La Red de Carreteras del Estado (RCE), gestionada por la Dirección General de Carreteras (DGC) del Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible (MITMA), afronta un desafío energético de gran magnitud. La estrategia de eficiencia energética se ha convertido en una prioridad para reducir el elevado gasto operativo y alinearse con los objetivos de la transición ecológica, basándose en la modernización tecnológica y la telegestión avanzada.

1. Contexto y magnitud del gasto energético

El consumo eléctrico de la RCE es uno de los mayores de la administración pública. Históricamente, el consumo se ha mantenido en cifras cercanas a los 145.000.000 kWh/año, con un coste asociado de decenas de millones de euros, lo que subraya la urgencia de la intervención.

1.1 La Distribución crítica del consumo

La infraestructura interurbana presenta una distribución de consumo desequilibrada, concentrándose principalmente en la iluminación y operatividad de las estructuras cerradas.

 

 

Esta dependencia del consumo en túneles (donde la iluminación y la ventilación son funciones vitales de seguridad que no pueden interrumpirse) exige soluciones de máxima eficiencia que no comprometan los estándares de visibilidad.

2. La Estrategia de Innovación (CPI) y los Tres Ejes de Acción

La estrategia de la RCE se articula en torno a la Compra Pública de Innovación (CPI), un mecanismo utilizado por el MITMA para impulsar soluciones tecnológicas que aborden sus necesidades específicas.

El objetivo central de la DGC es alcanzar ahorros de entre el 40% y el 50% del consumo total de la red. Esto se logra mediante la actuación coordinada en tres ejes de acción fundamentales:

Eje 1: Requisitos de la luminaria (Migración LED)

La migración desde tecnologías obsoletas como las lámparas de sodio de alta presión (VSAP) a la tecnología LED es el primer paso, pero debe cumplir requisitos técnicos avanzados para garantizar la durabilidad y la eficiencia a largo plazo en un entorno exigente:

  • Vida útil exigida: Se requiere que las nuevas luminarias tengan una vida útil mínima muy alta, con certificaciones como L90B10_100.000h. Esto significa que solo el 10% de las unidades pueden haber depreciado su flujo luminoso por debajo del 90% de su valor inicial después de 100.000 horas de funcionamiento.
  • Reducción de mantenimiento: La alta fiabilidad es clave para minimizar las intervenciones en la calzada, que son costosas y peligrosas.

Eje 2: Telegestión y control dinámico (ITS)

La implementación de un Sistema de Gestión Inteligente (SGI) es fundamental para conseguir los objetivos de ahorro mediante la adaptación dinámica de la luz.

  • Conectividad estándar: Los nodos de control que permiten el monitorizado remoto y la adaptación dinámica deben ser de estándar internacional, integrándose mediante conectores NEMA o Zhaga.
  • Funcionalidad ITS: El SGI permite la adaptación dinámica de la iluminación en tiempo real a las condiciones ambientales y de tráfico. En horas valle, la intensidad se reduce a niveles preestablecidos, pero el sistema debe ser capaz de reactivarse inmediatamente ante el paso de vehículos o en situaciones de emergencia (p. ej., un aviso de accidente o niebla).

Gráfico descriptivo: Objetivo de ahorro RCE

  • Consumo base (Sin CPI): 145,000,000 kWh/año
  • Meta de ahorro (40%): Reducción de 58,000,000 kWh/año.
  • Consumo objetivo: 87,000,000 kWh/año.

Eje 3: Seguridad vial y cumplimiento normativo riguroso

En las carreteras, la iluminación es un factor de seguridad que debe ser gestionado con precisión milimétrica, especialmente a alta velocidad. Por ello, el cumplimiento de la normativa es innegociable y se convierte en el tercer pilar estratégico:

  • Luminancia vs. iluminancia: A diferencia de las vías urbanas (donde se mide la iluminancia), en las carreteras se prioriza la luminancia media (Lm), que es la luz reflejada desde el pavimento al ojo del conductor.
  • Niveles de exigencia: Las soluciones de iluminación deben garantizar los niveles de luminancia media requeridos por normativa, que oscilan entre 0,30 y 2,00 cd/m², dependiendo de la tipología de vía (autopista, convencional) y la intensidad del tráfico (IMD).
  • Mitigación del riesgo de siniestros: La gestión eficiente y fiable del alumbrado en los puntos singulares es una prioridad de seguridad vial ineludible. Estudios como el de INTRAS sobre salidas de vía han demostrado que la falta de iluminación es un factor que incrementa significativamente el riesgo y el porcentaje de siniestros nocturnos, lo que justifica la inversión en sistemas inteligentes y fiables en los puntos donde la iluminación está normativamente justificada.

3. Visión 2030: Transformación digital y sostenibilidad

La iluminación vial inteligente en la RCE no es solo una medida de ahorro, sino un componente estratégico de la transformación de la red de carreteras:

  • Sostenibilidad: El ahorro de energía contribuye directamente a los objetivos de la Estrategia de Eficiencia Energética 2030 de la RCE, minimizando la dependencia energética y reduciendo la huella de carbono de la infraestructura.
  • Big Data e integración ITS: Los nodos de telegestión de la iluminación se transforman en una red de sensores que pueden integrarse en el ecosistema ITS del MITMA. Esto permite la recolección de datos ambientales y de tráfico en puntos remotos, cruciales para el mantenimiento predictivo de la infraestructura y para la toma de decisiones informada en la planificación de la movilidad.

En resumen, la inversión en iluminación adaptativa para la RCE representa un cambio de paradigma: de ser un mero coste operativo, el alumbrado se convierte en un activo de gestión inteligente que garantiza la máxima seguridad y el cumplimiento normativo con la mínima huella energética.